NUEVA YORK — Cuando Microsoft presentó el Windows 8, sus objetivos eran ambiciosos: un solo sistema operativo, tanto para computadora como para tablet. Cuando dio a conocer la Surface, elevó la apuesta: un sólo dispositivo prometía experiencias de laptop y de tablet. Sin concesiones. Eso no funcionó. Nunca funcionará.
La Surface RT es una muy buena (si no es que bastante genial) pieza de hardware con algunas de las ideas de diseño más innovadoras que pudimos ver en 2012. Sin embargo, no era una laptop pura junto con una tablet pura en una única pieza de hardware.
En el Consumer Electronics Show (CES) de enero, Microsoft me mostró la más potente Surface Pro, que llegará a las tiendas en febrero.
A primera vista, no hay nada radicalmente diferente en la Surface Pro respecto a su menos cara y más limitada contraparte, la Surface RT. Bajo la cubierta, su pantalla de 1080 pixeles es más definida, y su procesador Intel Core i5 hace que todo sea más rápido y sencillo. Ejecuta aplicaciones heredadas de Windows e incluye un lápiz óptico sensible a la presión, una rareza para los dispositivos con pantalla táctil.
Esas mejoras, sin embargo, tienen un costo, y no estoy hablando de su precio. La Surface Pro tiene un grosor de más de 1.3 centímetros y un peso de 900 gramos. Eso está bien para una laptop. Para una tablet, ronda en lo obeso. También es probable que su rendimiento de batería se rezague frente al de otras tablets.
Mientras que la Surface RT es una tablet que puede hacer algunas cosas de laptop, la Surface Pro es una laptop que puede hacer algunas cosas de tablet. Si esto no mata la visión inicial de fusión de Microsoft, ciertamente sí es una castración.
También apela a una verdad superior. El mítico dispositivo de computación híbrido que todos imaginamos podría no llegar a existir nunca porque es exactamente eso: un mito.
Microsoft no es el único que lucha por concretar el escurridizo puente laptop-tablet. Asus, Acer, Dell, HP, Lenovo y Samsung han producido dispositivos híbridos que se conectan, se desacoplan, giran, se pliegan, se doblan, rotan y se deslizan. Incluso Apple, una empresa abiertamente opuesta a la producción de un híbrido total, pasó el año pasado implementando elementos compartidos en sus sistemas iOS móvil y OS X de escritorio.
Los desafíos de energía para el procesador, la duración de la batería y esos horribles puertos de teclado de las tablets no son el problema real. Todo eso es corregible.
El defecto fatal es un problema de diseño. Tratar de introducir a la fuerza la funcionalidad de una PC en una carcasa tipo tablet es similar a ofrecer una gran cena en una mesa de cóctel. No importa cuántos trucos ingeniosos utilices, se va a sentir raro.
Un problema central es la característica más fundamental del dispositivo: su tamaño. Ningún otro fabricante de hardware ha sido capaz de encontrar una solución elegante a las discrepancias visuales -el tamaño de pantalla y la proporción- entre las computadoras portátiles y las tablets.
Las pantallas de las laptop generalmente miden al menos 11.5 pulgadas, y la proporción de 16:9 es casi una convención de la industria. Ese largo rectángulo nos da espacio para manipular un entorno de ventanas. Cualquier área más pequeña requiere de magia vudú para conjurar una buena experiencia en la máquina.
Las pantallas de las tablets tienen a medir un máximo de 10 pulgadas, y la líder de la industria, la iPad, opta por una proporción 4:3. Eso se presta para libros, revistas y páginas web. Con la Surface, Microsoft cubrió su apuesta, y fue por una pantalla de 10.6 pulgadas, una proporción 16:9.
Eso logra el mejor equilibrio que hemos visto hasta ahora entre usabilidad física y digital, pero está todavía lejos de ser perfecto. Las tablets de gran tamaño con una proporción de 16:9 se sienten incómodas.
Tal vez la gente ha sido condicionada a creer que las palabras son mejor consumidas en un espacio que se sienta como una página de papel estándar tamaño carta. Aric Cheston, director ejecutivo creativo de Frog Design, reconoce una tensión inherente. "Hay una cierta realidad que debe ser aceptada acerca de las proporciones existentes", dice. "Hay que encontrar una forma inteligente de acomodarlas".
Si el problema no se puede resolver con un diseño de hardware inteligente, la carga recae directamente sobre el software.
Windows 8 de Microsoft es el argumento más fuerte de que una experiencia de software unificada puede enmascarar los defectos del hardware. Sin embargo, sigue apoyándose en el entorno de escritorio tradicional como en una muleta, tropezando de nuevo en cualquier momento en que la nueva interfaz 'Modern' (mejor conocida como Metro, su nombre clave en la etapa de desarrollo) no puede proporcionar un mejor enfoque. No es ideal para pantallas más pequeñas o para los dedos, y eso viene a expensas de la facilidad de uso.
Dan Saffer, director de diseño de interacción para Smart Design, cree que la brecha puede ser insalvable. "Metro es un gran sistema operativo móvil. Es una idea muy inteligente y un paradigma completamente nuevo", dice.
Él cree que la elegancia queda perdida en su traducción al escritorio. Entonces, ¿cómo pueden los fabricantes de hardware superar este pedregoso período de transición?
Cheston sospecha que la computación se volverá menos dependiente de una pantalla tradicional. Señala hacia la tecnología de proyección y el creciente poder de las interfaces basadas en gestos. Un pequeño dispositivo que proyecte un espacio de trabajo visual más grande liberaría a un gadget híbrido de luchar con las discrepancias del tamaño de pantalla.
Saffer piensa que la búsqueda de una interfaz sin fallas a través de diferentes dispositivos está condenada al fracaso. Le gusta la idea de un solo sistema operativo, pero con interfaces separadas para la navegación, gestión de archivos y aplicaciones, adaptadas para diseños de hardware distintos. La vista podría cambiar dependiendo del caso de uso, sugiere.
Además, hay una alternativa radical: Tal vez Microsoft sólo necesite apostar totalmente a su interfaz Metro y abandonar por completo el estilo de computación de ventanas.
Windows 8 ya comparte más de unas pocas similitudes con un concepto de diseño llamado 10/GUI, que el diseñador R. Clayton Miller concibió como una manera de aportar una experiencia de computación tipo táctil al escritorio. Tiene matices de navegación que se prestan al tacto en la pantalla de mejor manera que la interfaz no-Metro en Windows 8.
El manifiesto en video de 10 minutos de Miller resume su concepto de manera mucho más eficaz que las palabras, pero sus idea más poderosa depende de la abolición de las ventanas independientes y de la adopción de un trackpad de gran tamaño y multitáctil que correlacione cualquier contacto a la misma posición relativa en la pantalla.
Ese tipo de reinvención radical podría asustar a los clientes.
Sin embargo, Microsoft sigue avanzando en aguas superficiales con Windows 8, y sus luchas con la Surface dejan una cosa muy clara: no existe un verdadero híbrido en el horizonte. Cualquier expectativa de que una pieza de hardware que pueda reemplazar completamente a las tablets y a las PCs es, a la vez, poco realista e inútil.
Fuente: CNNExpansión / Por: Adrian Covert
Publicado por: TuDecides.com.mx
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