A sus 20 años, Samantha fue a hacerse un tatuaje, una geisha que le cubría completamente una pierna y parte de la cadera. “Y al día siguiente de habérmelo hecho ya estaba buscando dónde quitármelo”, confiesa la emprendedora española, quien trabajaba como modelo antes de fundar MissInk.
La experiencia con ese tatuaje la dejó marcada en varios aspectos de su vida. Tuvo problemas con su familia y en el trabajo comenzaron a discriminarla por la ostentosidad de su figura marcada con tinta.
Buscando una solución para quitarse el tatuaje, no encontró ninguna empresa que le garantizara que sería removido por completo, pero sí le quedarían secuelas, como daños en la piel. Por eso, investigó por su cuenta nuevas tecnologías e instaló su negocio en la Ciudad de México, donde ya tiene 11 años viviendo.
MissInk, fundada en 2012, promete quitar completamente esas “malas decisiones”, que quedan como tatuajes que, al principio, parecían una buena idea. Ahora tiene dos clínicas en el área metropolitana y abrirá una más este año en Coyoacán. Samantha Guevara nos explica en Entrepreneur la historia y los planes de su revolucionario negocio.
Tenía la vida resuelta
Vivía guiada por su madre, quien ya tenía un plan de vida para ella: ser modelo hasta los 26 años, mientras dure la juventud y el cuerpo, terminar una carrera y dedicarse al negocio familiar de productos químicos de limpieza industrial.
Pero ella sabía que era algo que no le llamaba la atención. Tenía la inquietud por viajar, de tener ideas innovadoras pero sobre todo de emprender. La rutina de la empresa de la familia chocaba con sus intereses.
Su gusto por la cultura japonesa la llevó a cometer el error que marcaría por completo su destino.
“A los 20 años se me ocurrió hacerme un tatuaje gigantesco en la cadera. Al día siguiente de habérmelo hecho ya estaba buscando dónde quitármelo”, recuerda la ex modelo.
Contactó al campeón del tatuaje oriental de Europa de esa época para que le hiciera el dibujo en la piel. “Fue un dolor horrible, tuve fiebre. Eran dos sesiones y la primera duró seis horas. Ya no quise hacerme la otra, el tatuador me buscaba y me decía: ‘Samantha ya tengo anestesia, te lo tengo que terminar, no puedes ir por la vida con parte de mi currículum sin terminar’. Pero nunca volví”, recuerda Samantha.
Ella sabía que después de ese día nada sería igual, pues, hace 13 años era impensable poder quitártelo.
Cuenta que su mamá, con aquel sexto sentido que las caracteriza, comenzó a sospechar, así que decidió confrontarla, le dijo que la notaba extraña y que tuviera la confianza de decirle qué era lo que le pasaba.
“Mi madre creía que estaba embarazada, platicó conmigo y me hizo sentir tan confiada que me animé a contarle lo que había hecho. Me levanté la playera y de repente toda esa confianza se esfumó. Puso el grito en el cielo”, rememora la española mientras ríe.
Comenzó a modelar desde los 14 años, pero después de ese tatuaje, la rechazaban en todos los castings y su carrera de modelaje se fue en picada.
Conforme pasó el tiempo, Samantha experimentaba resentimiento, “¿qué locura hice, cómo se me ocurrió?”, se preguntaba. Se tendría que olvidar de la carrera de modelo por ese error y resignarse a retomar la empresa de sus padres.
“Ese tatuaje marcó mi vida, mi futuro y detonó mi pasión”, asegura.
Llegó a México con 22 años, en un periodo vacacional y decidió quedarse, pero siempre con la inquietud de quitarse el tatuaje.
Un negocio que no deja marcas
Después de investigar e ir a muchos lugares, descubrió que la remoción de tatuajes costaba alrededor de 8 mil dólares, además de que el procedimiento era doloroso y con el riesgo de quedar con cicatrices.
En 2010 un amigo en España, que conocía la desesperación en la que vivía Samantha, le dijo que existía un lugar en donde eliminaban tatuajes con láser y les iba muy bien. Sin perder tiempo acudió a la clínica, conoció a un hombre que le contó su experiencia y se animó.
Su primera sesión le costó 250 euros. Pero en la siguientes sesiones se dio cuenta que el precio era alto porque tenía que pagar el viaje y la consulta en euros. Fue ahí cuando se le ocurrió la oportunidad de negocio y pensó en traerse un equipo a México.
Localizó la fábrica y trajo la tecnología alemana que elimina el 95% de la tinta de la piel. Pensó en hacer algo especial y exclusivo, sin llegar a lo inaccesible, un concepto diferente.
En Europa, se certificó como técnico aplicador de láser y hoy son ellos quienes capacitan a la gente, pues les enseñan los tipos de pieles e intensidad que se debe de utilizar.
El láser golpea la tinta en la piel, la desintegra y se deshecha por medio de la orina. Los costos van desde los 500 pesos, dependiendo el tamaño del tatuaje, se les aplica fototerapia y cremas cicatrizantes. El único color que no elimina es el blanco.
A nivel global, se generan más de 2,000 millones de dólares al año en tatuajes nuevos, según datos proporcionados por la empresa. En 2016 este mercado consiguió un valor de 1,200 millones de dólares (mdd) y se espera que para el año 2022 alcance los 3,500 mdd.
Mientras crece el mercado de tatuajes, a la par aumentan las ganas de quitárselos. El 25% de las personas con un tatuaje quieren retirarlo, informa MissInk.
Traer el negocio de Europa a México fue complicado y sostenerlo causaba mucho estrés, pues los únicos que podían darle mantenimiento a los equipos se encontraban en el viejo continente. Samantha tenía que pagar a un ingeniero para que viniera a México y, además, lo apoyaba con viáticos, honorarios y el costo de kas piezas eran en euros. Todo esto frenaba el crecimiento de MissInk.
Para resolverlo, tuvo que realizar una serie de trámites y pidió a la fábrica que trajera a la Ciudad de México al personal necesario para las reparaciones, lo que permitió comenzar a crecer.
Sus pacientes, según ella, han tomado malas decisiones. El 70% de las historias son relacionadas con ex parejas, símbolos o signos. Todo el mundo se equivoca e ir a MissInk es darles una nueva oportunidad, asegura la directora.
Hoy, después de tres tatuajes, Guevara declara que éstos forman parte de su historia. “Gracias a ese tatuaje encontré mi pasión en la vida, mi motivación para ser empresaria, ayudo a la gente, es divertido y estoy agradecida. No estoy en contra de los tatuajes pues son una forma de expresión. Pero dentro de 10 años, lo que piensas y eres, cambiará. Hoy el tatuaje que te hagas, en un tiempo no significará lo mismo”.
Los retos y planes en el futuro
Hoy, con 33 años de edad y cinco años en el mercado, MissInk ya suma más de 1,500 casos de éxito y un alcance que nunca pensó tener. La gente reconoce la marca y tiene confianza en el emprendimiento.
“Somos una empresa especializada en eliminar tatuajes y comprometida con los resultados. Estamos seguros que nuestra mejor publicidad es la recomendación de nuestros clientes”, asegura la emprendedora.
En 2016 se dedicó a volver a MissInk franquicia, ya que operar a distancia es muy complicado. Así, con apoyo con otros emprendedores, podrá llegar a más lugares.
Para 2017 planea abrir 30 franquicias en la república, principalmente en Guadalajara, Monterrey, Puebla, Tijuana y Chiapas. También piensa instalar dos o tres clínicas propias en la Ciudad de México.
Samantha dejó el modelaje a los 26 años, como su madre lo había planeado. “Ahora le digo a mi mamá que, al final, no salió tan mal porque encontré mi profesión: ayudar a las personas con algo que sufrí en mi propia piel y la carga emocional de tener algo que ya no quieres y que no sabes si te lo vas a poder quitar.”
Fuente: /www.entrepreneur.com / Por: Beatriz Gaspar
Publicado por: TuDecides.com.mx
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