Trabajar en Forbes es contar con una licencia para aprender del éxito. Me gusta intentar descifrar el código de las personas con éxito duradero que también disfrutan de una vida personal plena y satisfactoria. Warren Buffett se ajusta a esa descripción. También Bill Gates. Steve Jobs estuvo ahí después de un comienzo brillante pero torturado.
Jobs negó una vez la paternidad de su hija Lisa. El Jobs maduro se reconcilió con ella y se convirtió en un padre devoto. No puede ser casualidad que el Job reconciliado haya sido mucho mejor líder y administrador.
Las personas que logran evolucionar son dignas de estudio, como Elon Musk, quien ha derrotado a sus demonios mientras se hace cada vez más exitoso. Los one-hit wonders (Jobs antes de su renacimiento) también valen la pena estudiarse, pero sobre todo como cuentos con moraleja.
Permítanme hacer un comentario general. No ofrezco ninguna prueba, pero estoy seguro de que todos reconocerán esto como verdad: Las personas que disfrutan del éxito a largo plazo, junto con una profunda satisfacción personal, son fenomenales en su labor de evitar –o mitigar– el arrepentimiento.
La palabra “arrepentimiento” evoca inmediatamente el dolor de la pifia y la vergüenza de los errores tontos cometidos. Todo aquél que no se aun sociópata –puede lograr el éxito, también, pero a un precio que las personas sanas preferiría evitar– sufrirá remordimientos de sus fallas y errores estúpidos. Engañamos, destruimos a nuestros rivales con chismes, hacemos bromas que avergüenzan a nuestros compañeros, lastimamos a nuestros hijos, pecamos de omisión. Este tipo de pifias y errores se amontonan y nos lastiman.
Las personas de éxito a largo plazo se equivocan, pero saben que hay modo de enmendar el camino y aprender a cometer menos errores. Advertencia: Estoy jugando al psicoanalista aquí, pero Steve Jobs siempre encontró una manera de auto sabotearse hasta que se reconcilió con su hija. El editor británico Felix Dennis jugó rudo en los negocios y enmascaró la culpa que sentía con la cocaína y el alcohol. Hacia el final de su exitosa carrera y, por desgracia, su vida acortada por el cáncer, Dennis escribió su libro How to Get Rich, en el que expresó su pesar. Dejó la coca, el tabaco y el alcohol. Su misión en la vida, al final, además de escribir sus libros francos y poesía, fue plantar un hermoso bosque que pudieran disfrutar las generaciones futuras.
Aquél que es exitoso a largo plazo reconoce sus errores y busca corregirlos. Una forma de hacerlo es pedir perdón de una manera religiosa tradicional. Otra, hacerlo en terapia de grupos o de 12 pasos. Puede ser también con gestos como los de Dennis, pagos tardíos. Pero el arrepentimiento por los errores debe ser reconocido y tratado, o crecerá como un hongo y dañará al portador.
Los exitosos mundanos –dado a que tienden a ser personas alfa que disfrutan de la emoción de la aventura– son en realidad más propensos a cometer errores evitables. Babe Ruth abanicó muchos malos lanzamientos, tuvo muchas mujeres y comió montañas de comida chatarra. Mi amigo Cameron Herold, el famoso coach, señala que los empresarios son más bipolares que aquellos que no son emprendedores y por tanto son más vulnerables a cometer meteduras de pata épicas relacionadas con sus aventuras sexuales a los juegos de azar. Los alfas exitosos son suficientemente sabios como para visitar el confesionario o el equivalente secular de su elección a tiempo y con frecuencia para que su éxito a largo plazo sea duradero y satisfactorio.
El peor tipo de arrepentimiento: el pasivo
Pero hay otro tipo de arrepentimiento, el que los alfas evitar mejor que las personas de menor éxito: el pesar de la oportunidad perdida, la oportunidad que no se aprovechó. Los alfas son bastante buenos en ver oportunidades y no dudar en tomar riesgos. Los menos exitosos observan, se sientan y se dicen a sí mismos que tomaron la mejor decisión.
Pero el arrepentimiento por la pasividad también arruina vidas. El Huffington Post publicó en 2012 un artículo llamado “Cinco cosas de las que se arrepienten los moribundos”. Helas aquí:
- Ojalá hubiera tenido el valor de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperan de mí.
- Desearía no haber trabajado tan duro.
- Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis sentimientos.
- Ojalá hubiera mantenido contacto con mis amigos.
- Me gustaría haberme permitido ser más feliz.
Observa cómo los números 1, 3, 4 y 5 son pesares de la pasividad. El número 2 parece ser un lamento de acción, pero en el contexto del 1 se podía leerlo como el pesar de trabajar demasiado duro con el fin de satisfacer las expectativas de los demás. Eso es un claro fracaso, un pecado de pasividad. El viejo dicho “encuentra algo que te guste hacer y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida” grita desde la tumba.
Además, podrás aumentar tus posibilidades de éxito y satisfacción a largo plazo si planeas tu vida para evitar lamentaciones tanto activas como pasivas.
Fuente: www.forbes.com.mx / Por Rich Karlgaard
Publicado por: TuDecides.com.mx
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