¿Por qué es importante escribir bien? ¿No es suficiente con darnos a entender? Hay quienes esgrimen la segunda pregunta para justificar sus horrores ortográficos y sintácticos. Cuando se les observa su poco ortodoxa forma de redactar, dicen: “Pero me entendiste, ¿no?”
Debemos saber que escribir es forma que tiene implicaciones de fondo. Muy frecuentemente nos topamos con mensajes en el teléfono que no entendemos. No sabemos si nuestro interlocutor está preguntando o afirmando, pues en el contexto de la conversación, cualquiera de las dos posibilidades queda.
Ni qué decir de un escrito de mayor extensión, como un correo electrónico, un reporte laboral, un documento profesional, una investigación académica, etc. Suelen estar plagados de faltas ortográficas y sintácticas, independientemente del grado escolar del autor. La realidad es que lo mismo escribe mal un licenciado(a) que un maestro(a) o un doctor(a), un asistente que un jefe(a) o un director(a), un alumno(a) que su profesor(a).
Tal vez, redactar mal no nos resta talento en nuestra profesión u oficio, pero sin duda, hacerlo con propiedad nos da mucho lustre. Escribir incorrectamente quizá no merme nuestras aptitudes laborales, menos cuando son muy especializadas. Sin embargo, redactar con una excelente morfosintaxis nos destaca del grueso de la población en general.
Nuestra manera de expresarnos por escrito es como nuestra apariencia: habla de nosotros, algo atestigua de nuestra forma de ser. Dicen por ahí que escribir mal es como el mal aliento: igual te escuchan y te ponen atención, pero dejas una muy mala y bochornosa impresión. Nada más atinado.
Sea en una comunicación formal o informal, por correo electrónico, por mensaje telefónico o por redes sociales, el que bien escribe está destinado a deslumbrar y a ser reconocido por ello. Además de asimiladas con exactitud, sus palabras serán leídas con agrado. No pasará desapercibido ante nadie: todo lo contrario.
En la siguiente entrega explicaré qué es escribir bien; mejor aún, por qué escribimos mal, y con esto, se dilucidará lo primero.
Mientras tanto, podemos afirmar que, en esencia, redactar bien es poner en orden y coherentemente nuestros pensamientos por escrito. Pero eso no puede lograrse sin conocer ni aplicar las reglas morfosintácticas de nuestro idioma. Ignorar esto nos llevará inexorablemente a comunicarnos mal.
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