Las reglas de juego son condiciones creadas por los hombres, como leyes o hábitos sociales, que le dan sentido a la interacción entre ellos e incentivan el intercambio. Las instituciones creadas determinan el comportamiento individual y social. Las instituciones cambian, para bien o para mal, y el cambio produce efectos económicos. Los mejores países crearon instituciones sólidas.
Los otros han sufrido
La acción lenta y persistente de crear lo malo combina destruir lo bueno y lograr que se lo olvide. Las instituciones positivas rebajan los costos de transacción y obtienen mayor desarrollo con organizaciones que consolidan la democracia y se adaptan a los cambios.
El populismo, en cambio, instala conductas perversas en la dirigencia y la sociedad no reacciona, por lo que se convierten en instituciones informales y pasan a ser parte de la cultura.
Como dijo Lord Acton: “El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar.
El populismo traba el crecimiento con la excusa de la igualdad
Los populistas instalan en la mente de las clases bajas el concepto de que hay que redistribuir la riqueza. Son parte de la conducta del saqueo, que es una cultura que crece. Los países que funcionan adoptan una educación que incorpora hábitos cognitivos promotores del razonamiento, la comunicación, el debate, la elección y la acción. Los hábitos son parte de la cultura como rutinas o costumbres.
Los que consagraron hábitos positivos como el derecho a la propiedad tienen hoy alto un grado de desarrollo. En cambio, los que los deterioraron sufren inestabilidad política y económica.
¿Por qué algunas naciones son ricas mientras que otras son pobres?
El secreto de Singapur es observar como sus estudiantes triunfan en las pruebas internacionales. Los billetes de otros países muestran imágenes de próceres, los de Singapur un aula y una frase: “Educación”.
Hace cuatro décadas Gran Bretaña la excluyó como colonia y nadie la reclamó para sí, ni siquiera regalada. Hoy es el noveno entre los países más ricos. Hace cuatro décadas su población era analfabeta. Hoy es líder en capacidades humanas fundamentales como la lectura.
Singapur no tiene recursos naturales. ¿Cómo lo consiguió? Convirtiendo su sistema educativo en una meritocracia que produce trabajadores calificados y exporta productos de alta tecnología. Sus estudiantes son derivados a secundarias vocacionales que canalizan sus capacidades. Al finalizar una etapa, rinden examen y según el resultado se le brindan carreras para todos.
Todos los países tienen universidad pero no escuelas vocacionales. El secreto de Singapur es su sistema educativo basado en el conocimiento. Descubrir el genio interior y el talento permite crear un capital humano de alto rendimiento que genera el alto capital social del país.
La clave son las instituciones
Las naciones no crecen porque posean recursos naturales, muchas veces son la maldición que los lleva a tener líderes populistas. Las que progresan lo hacen por sus instituciones progresistas. Singapur pudo romper el lazo opresivo que la llevaba a la miseria. Eliminaron los riesgos de expropiación, lograron la efectividad de su administración y el imperio de la ley y de la educación, factores relevantes para explicar su crecimiento.
Argentina tiene instituciones positivas formales. Pero está dominada por otras informales como los movimientos sociales que pasaron a formar parte de la cultura. Para distribuir la riqueza en entre los que no trabajan, se aplaude no pagar las deudas, se permiten altas tasas de inflación para gastar por encima de las posibilidades, se transforman deudas en bonos que nunca se pagan, se introducen impuestos sorpresivos y expropiatorios que conducen a blanqueos, se fijan precios máximos, se impulsan licuaciones de salarios y del ahorro y todo está permitido.
Lo que vale es el presente
Se instalaron valores, creencias, normas y hábitos que hacen ver las cosas de esa manera. De abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo se instaló la “viveza criolla” que idolatra el menor esfuerzo e ignora las normas, el sentido de responsabilidad y la consideración por los demás. Y las instituciones permiten asociaciones de partidos por conveniencia para burlar la necesidad de recambio, afloran las candidaturas testimoniales y todo se cocina en el sótano de la política. Así llegan de la mano la corrupción, la costumbre de deslindar responsabilidades y el individualismo extremo.
La corrupción toma la forma de prebendas a los amigos, de inequitativa asignación de los recursos, de apropiación de fondos públicos y de clientelismo. La costumbre de culpar a otros no permite corregir los errores y mantener un rumbo esperanzador y a jugar con la vida de los argentinos. El mal manejo de la pandemia destruyó la economía y produjo más muertes por habitante que cualquier otro país.
Todo da igual, nada es mejor
Estar en la oposición no implica ser mejores en el respeto a la ley, a la condición sagrada de los bienes públicos y a la alternancia en los cargos, para que los políticos no vivan de esquilmar la riqueza que la sociedad produce. Si la oposición traiciona esa aspiración, pierde su razón de ser. Y con eso, los votos que la sostienen. En los sótanos del poder hay manejos turbios, personajes que eluden la grieta para repartirse el botín a costa de la salud institucional sin importar ningún color partidario, y se vinculan por una red de intereses e influencias que operan al margen de la ley sin importar quien circunstancialmente gobierne.
Sería injusto obviar la lucha de algunos dirigentes. Pero importantes referentes de estas dos fuerzas se preocupan más por ellos mismos que por asumir el mandato que la ciudadanía les confió. Es difícil establecer un equilibrio entre pragmatismo y principios. Se trata de términos en tensión. El pragmatismo es un valor. Pero si se reniega de los principios, el cambio será otra promesa incumplida cargada de un mensaje letal: todo da igual, nada es mejor.
Primero yo
Una dimensión, todavía mucho más importante, es la escandalosa fisura de la oposición, que avaló el restablecimiento de las reelecciones indefinidas a los barones del conurbano. Para defender la ambición de media docena de intendentes propios, incendiaron el valor republicano de la alternancia en el poder. Las discrepancias de la coalición opositora detonó sin querer en aumentos de impuestos cuando habían prometido bajarlos; o para atarse a los cargos. No hay mejor manera de terminar tan mal algo que parecía caminar tan bien hace poco tiempo. El individualismo extremo se expresa en la poca capacidad de asociación y cooperación.
Borges lo expresó así: “El argentino suele carecer de conducta moral, pero no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, goza de veneración y se la llama viveza criolla”
Picardía criolla
El vivo busca soluciones mágicas, zafa de las consecuencias sin arreglar el problema. Es una forma de seguir en la pobreza. Pensar que lo importante es darse los gustos ahora y dejar para más adelante cómo se pagan. Decir: en este país es imposible que te vaya bien, la inflación se come los ahorros, no tiene sentido invertir y lo único que se puede es gastar ya. Hay que abandonar creencias y comodidades y el rol de víctima.
El ser inteligente trabaja por sus sueños, porque si no trabaja para el sueño de otros.
La educación es la institución más pesada porque fabrica ciudadanos
Sarmiento se espantaría si viera que en la UBA disertó un condenado por corrupción. En su viaje por Europa notó que sólo se instruía a las clases acomodadas. En EEUU observó que la instrucción era para todos y trajo al país maestras para abrir escuelas. No existían los antibióticos pero vinieron a pesar de la letal fiebre amarilla. Amaban su tarea.
¿Qué dirían si hubieran visto cómo se privó a los niños de un ciclo lectivo completo con la excusa de la pandemia? Para navegar a vela no importa hacia dónde sopla el viento, sino a dónde se quiere ir. Fue inteligencia lo que le faltó al autodefinido gobierno de científicos.
Argentina potencia
En 1945 el premio Nobel de economía Paul Samuelson visitó nuestro país y predijo que Argentina sería la próxima potencia mundial. No sabía que se estaba gestando un país populista. Hoy el país está en el puesto 58 entre 65 países en los exámenes internacionales a estudiantes. Ese índice sugiere un futuro desfavorable.
La solución sería que la educación se convierta en política de estado, estrategia que siguió Finlandia. Allí las estrellas de la sociedad son los maestros y no los ricos y famosos y lo administran señores honestos que nadie conoce y que no hacen fortunas de la noche a la mañana. Según Vargas Llosa: “Un pueblo educado no puede ser engañado”.
En los regímenes populistas cada actor sabe de memoria el papel que debe desempeñar, aprendió que el líder conduce con mano dura, no tolera el disenso y crea grietas entre la gente. También sabe que recibirá premios sólo si lo apoya, no de acuerdo con su capacidad y que si critica lo perseguirán. El líder democrático cambia el relato. Busca que improvisen, que actúen sin restricciones, pero le cuesta logar la coordinación colectiva.
Galimatías es algo incomprensible
Vargas Llosa dijo: “Argentina es un galimatías indescifrable, país democrático cuando Europa no lo era, próspero cuando otros atrasaban, primero en acabar con el analfabetismo con un sistema educativo ejemplar. Ese país es hoy pobre y caótico ¿Tuvo una guerra terrible? No, no la tuvieron. Eligieron lo peor y lo siguen haciendo. Un país de gente culta, con grandes recursos naturales que prefiere ser pobre. Un país en el cual una minoría errada, pero organizada para obtener el poder, venció siempre a una mayoría desorganizada, silenciosa e indiferente.
La innovación predice el futuro económico
En esta economía basada en el conocimiento, los inventos producen más riqueza que el trabajo manual o las materias primas. Corea del Sur ocupa el 1er lugar, seguida de Singapur, Suiza, Alemania, Suecia, Dinamarca e Israel. EEUU pierde terreno por las políticas antiinmigración. El presidente Biden promete invertir $300.000 millones de dólares en “Innovar en EEUU”.
Argentina está en el puesto 51, seis puestos abajo que el año anterior, porque no invierte en investigación y desarrollo. Corea del Sur era más pobre que Latinoamérica hace 50 años, y se desarrolló porque invirtió en innovación, ciencia y educación.
Los líderes de América Latina están consternados por ver todo automatizado y creen que podrían crear más trabajo haciendo caminos. Esa una receta para el fracaso, porque los hace menos competitivos. Los países y personas que no innoven se quedarán atrás.
Existen argentinos inteligentes
Maradona o Messi en el deporte, Borges en literatura, Sarmiento en educación, René Favaloro en medicina, el Papa Francisco en religión, Mercedes Sosa como cantante, Daniel Barenboim como director de orquesta, Astor Piazzolla como músico, Adolfo Pérez Esquivel como activista por la paz, la reina Máxima de Holanda por su inteligencia social, César Milstein como biólogo, Quino el creador de Mafalda, José de San Martín como militar, etc. Pero es tan importante es que los argentinos se destaquen individualmente como que su unión haga la fuerza creadora de un país inteligente.
Aquí prevalece el individualismo pero la inteligencia siempre está ligada al trabajo en equipo, pero predomina el amiguismo sobre el mérito. El equipo país es como las piezas del ajedrez, están en interacción con otras piezas del tablero social y con las reglas del juego. Un peón puede ganar una partida y una neurona vale más si está conectada con otras. El principio de la inteligencia social es que solo no se puede.
Un equipo de alta competición tiene creativos que generen las ideas, analíticos que elijan las mejores, ejecutivos que realicen lo que el grupo decida y socializadores que venden lo que se produce. Para John Donn cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra. La muerte de cualquiera me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por consiguiente: No preguntes por quién doblan las campanas, las campanas doblan por ti.
Cambio cultural
Quién está convencido, sin prueba alguna, vota al mismo gobierno aunque tenga más casos de corrupción. El kirchnerismo es la antítesis del dato mata relato. El problema de la economía es que no demandan soluciones (ciencia), demandan molinos de viento (relato). Y los molinos de viento se eligen y se defienden ciegamente.
Ante la falta de instituciones las reformas deben venir de la política misma (la oferta) o del electorado (la demanda). He aquí el origen cultural de los problemas económicos.
Hace falta la cultura de decencia, de no hacer uso político de las vacunas y de ver al inversor como creador de riqueza, no como explotador. Abrir los ojos y ver que los gigantes son molinos de viento requiere cambio cultural y una reforma institucional.
Un desierto de ideas
Hay países desarrollados y Argentina, que es el único que fue desarrollado en 1920 y que se subdesarrolló. El Poder Ejecutivo considera al Estado parte del partido, es ineficiente, hay jueces apretados y legisladores que no legislan. Tuvimos gobernantes con una educación sobresaliente, una enorme preparación y visión a futuro. Hoy cada tres meses cambian la economía y la política, pero cada diez años el subdesarrollo sigue intacto y los problemas se repiten como en la película “El día de la marmota” donde el personaje es condenado a vivir el mismo día una y otra vez.
Cuando Paul Samuelson predijo que seríamos la próxima potencia, se basó en la riqueza de nuestro suelo, la actividad de sus habitantes y el desarrollo de la industria y el comercio. No sabía que se estaba creando una clase política devastadora. El resultado fue una nación con muchos más fracasos que éxitos y donde la pelea no se da en el terreno de las ideas ni de las estrategias que podrían sacarnos del pozo donde caímos. Y si seguimos cavando agrandaremos el pozo y nunca más podremos salir. Las instituciones del país ya no funcionan, son tierra arrasada por una casta política que arruinó a un país que pudo llegar ser una gran potencia. Las instituciones quedan pero pervertidas por sus dirigentes.
Fuente: Emprendedores News / Por: Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem –
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