Siempre he querido saber lo que los directores de Pensamientos hacen todo el día. Los pensamientos son cosas misteriosas, inefables; me cuesta bastante trabajo dirigir los míos y por eso no puedo imaginar lo que haría falta para dirigir los de otros. Estudié el anuncio, con la esperanza de resolver la cuestión. Explicaba que el trabajo consistía en “dirigir la conceptualización, evaluación y ejecución de los proyectos de venta críticos, a tiempo y dentro de las expectativas comerciales.”
Esto es ofensivo en muchos aspectos. Rompe la regla de que no se puede dirigir nada sin un volante; la trinidad de sustantivos pomposos consumen energía, y en cuanto a “expectativas comerciales” –¿Por qué no decir “presupuesto”?
Tampoco responde a la pregunta básica. Y cuando seguí leyendo los siguientes 27 puntos sólo aumentó mi confusión. El candidato triunfador, se nos informa, debe ser capaz de “identificar los puntos de integración con otros equipos y dirigir la alta resolución de asuntos multifuncionales.” ¿Qué es un punto de integración?
¿O un asunto multifuncional? ¿Y la alta resolución no es algo que tiene que ver con la fotografía?
El anuncio continúa especificando que se requiere “experiencia en colaborar y trabajar directamente con recursos de negocios y de TI” ¿Estos recursos son animados o inanimados, me pregunto? Sería útil saberlo.
La razón por la cual me preocupa tanto este miserable ejemplo de jerigonza comercial es porque viene de Apple. Por años he identificado a Apple como el único ejemplo de una gran empresa que usa las palabras con elegancia. Hasta sus documentos legales estaban bien escritos. Mi favorito era uno redactado hace cuatro años que establecía las condiciones de lo que estaban dispuestos a vender en su Tienda de Aplicaciones.
“Rechazaremos aplicaciones por contenido o comportamiento que en nuestra opinión cruzan los límites. ¿Qué límites, usted se pregunta? Bueno, como dijo una vez un juez de la Corte Suprema, lo sabré cuando lo vea y usted también lo sabrá cuando lo cruce”, decía el documento.
Esto era claro y simpático –y amenazante en precisamente la forma apropiada.
Demostraba lo que se podía hacer con las palabras: si un abogado de Apple podía escribir sobre aburridos asuntos técnicos de una forma que motivaba a seguir leyendo, no habría más nunca necesidad de usar palabras confusas.
Por eso el anuncio del director de Pensamientos es tan perturbador. Se diría que le estoy dando demasiada importancia a este ejemplo. Quizás alguien en el departamento de recursos humanos tuvo un mal día. Pero si uno sigue leyendo algunos de los otros 600 cargos que Apple quiere llenar, encontrará que algo más siniestro está en marcha. Hay una oferta de empleo para alguien que pueda diseñar baterías, algo que parecería bastante sencillo. Pero hasta esto requiere 22 puntos, incluyendo “Practicar excepcionales habilidades de documentación” –que yo asumo quiere decir tomar apuntes– y “contribuir positivamente a la comunidad de ingenieros”, que yo interpreto como no pelearse con los otros niños. Todo el mundo sabe que los anuncios de empleo son un campo que atrae el peor tipo de lenguaje grandioso, especialmente cuando han pasado por el exprimidor de un cazador de talentos que convierte a cada empleador en “de clase mundial.”
Pero cuando la compañía misma no puede describir lo que hace su propia gente, y no puede decir nada claro sobre el tipo de persona que se requiere para ocupar el puesto, yo presiento problemas.
Hasta ahora, el buen uso de las palabras de Apple formaba parte de su éxito.
Quizás su uso del lenguaje ayudó a causar el éxito, o quizás el éxito causó el lenguaje. Esta nueva manera de expresarse sugiere que Apple se ha vuelto demasiado grande y demasiado corporativo para conservar las cosas que antes lo diferenciaban. Apple parece haberse vuelto tan kafkiano como los demás.
La semana pasada en el Financial Times había un anuncio de empleo de una organización que todavía hace las cosas a la antigua. El Fondo Monetario Internacional (FMI) está buscando un director general adjunto, y para explicar el cargo incluyó dos puntos, diciendo que era mitad administración, mitad estrategia.
Sobre el solicitante ganador, dijo que quería alguien que tuviera un cargo importante en el sector público o financiero –y que cierto conocimiento sobre la economía sería un factor positivo.
En el mundo exuberantemente inflado de la mayoría de los anuncios de reclutamiento, el título “director general adjunto” sugiere alguien demasiado novato para ni siquiera hacer té. En Goldman Sachs hay tantos directores generales que sería apretado meterlos en cuatro aviones jumbo. En contraste, el FMI funciona con sólo una –Christine Lagarde– y el adjunto a ella. Él o ella no tendrá que probar que tiene pasión por puntos de integración o asuntos multifuncionales –lo cual significa que hay una mayor posibilidad de que en realidad van a encontrar la persona adecuada para el empleo.
Fuente: www.elfinanciero.com.mx/ / Financial Times- Lucy Kellaway
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