Cuestión de incentivos. Para salir de la crisis, se requiere una amplia reforma fiscal, invertir en infraestructura, simplificar procesos para abrir empresas, mejorar la seguridad y procuración de justicia, revisar el sistema educativo para elevar la competencia y no proteger a ninguna empresa ineficiente.
Conforme se publican resultados de los indicadores de la economía mexicana, nos enteramos que las cosas van peor de lo que podía uno imaginar no hace mucho tiempo.
Cuando esto se suma al efecto que ha tenido la disminución en el volumen de exportaciones, que ataca a la industria, sobre todo, se completa un panorama sombrío, que afecta progresivamente al empleo formal, aunque el informal no se salva y también disminuye. Hasta dónde llegará esta situación es complicado predecir, aunque se puede esperar que en cuanto inicie el repunte en la actividad económica de nuestro vecino del Norte, nuestras exportaciones, y con ellas el sector servicios, recuperarán algo de la actividad perdida.
Para el año 2010 se pronostica que la economía mexicana registrará algún crecimiento, aunque a una tasa muy reducida, lo cual en la práctica no hará que se generen muchos empleos y posiblemente las empresas no puedan recuperar sus niveles de ventas. Lo que esto significa en el día a día es que nuestra economía perderá capacidad para crecer, tal y como ha ocurrido en los últimos tres lustros, cuando hemos padecido con raquíticos crecimientos del PIB.
La razón de fondo de ello es nuestra incapacidad para generar una dinámica de crecimiento que pueda ser sostenida. Esto es, requerimos generar incentivos sólidos para que haya mayor inversión y con ello más empleo, consumo y bienestar.
Difícil hacer negocio en México
Las cosas no han sido así y, por el contrario, en muchos aspectos hemos empeorado, ya que hemos hecho más difícil y caro el hacer negocios en México, lo cual ha provocado que nuestra economía pierda atractivo. La solución no es nueva y radica en las reformas estructurales, empezando por una amplia reforma fiscal, que empiece por simplificar al sistema tributario, reduzca tasas, elimine burocracia, la haga más eficiente y requiera menos ingresos para financiarse. Uno de los usos alternativos de los recursos que se liberen sería elevar la inversión en infraestructura y con ella su disponibilidad y calidad.
Luego se necesita hacer una revisión en el marco regulatorio de la actividad económica, a efecto de simplificar el procedimiento para la apertura de empresas y reducir, así, el costo de operar negocios en México. Con esto se mermaría un incentivo para la informalidad, proceso que se puede completar si se trabaja en abaratar el costo de uso de la mano de obra en nuestro país, lo cual no se refiere a reducir salarios, sino a diseñar un nuevo esquema para financiar la seguridad social y los beneficios de la Ley Federal del Trabajo.
Alza salarial, la prioridad
Una vez iniciado el proceso de reformas, hay que seguir con todo lo relacionado al aumento en la calidad de los factores de producción, empezando por el del trabajo, mediante una revisión a fondo del sistema educativo, para elevar su calidad y la competencia de la gente, a efecto de que se traduzca en mayor productividad y mejores salarios.
El siguiente paso es la mejora de los recursos energéticos, para lo cual hay que volver a plantear la necesidad de que aumente la competencia en este sector, ya que depender de un par de monopolios del Estado es un arreglo que sencillamente no funciona, ni para el mismo gobierno, ni para los usuarios de los productos y servicios producidos por ellos.
En el tema de la competencia la idea es abrirla en todos los sectores y elevar el costo de incumplimiento, para lo cual, nuevamente, se necesita que el gobierno diseñe de nueva cuenta su estructura de leyes, a efecto de que no proteja a ninguna empresa que no esté en condiciones de competir. Este proceso no podría concluirse sin mejorar los aspectos de seguridad y procuración de justicia, temas en los que normalmente nuestro país recibe malas evaluaciones.
Lo que este conjunto de reformas lograría sería volver a darle atractivo a la inversión en México, tanto de nacionales como de extranjeros, y en consecuencia se elevaría considerablemente el potencial de crecimiento y generación de empleos. Conviene citar que este proceso ya ha probado su eficacia; simplemente recordemos cómo fluyeron las inversiones a México cuando inició el proceso de apertura comercial y posteriormente el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
Esto prácticamente se ha apagado, debido a que durante tres lustros no hemos hecho nada adicional para elevar nuestra competitividad y, por el contrario, seguimos haciendo cosas que dificultan trabajar aquí. Sería algo muy bueno que la crisis que vivimos dejara este saldo: la necesidad de hacer más reformas.
Mario Rodarte E.( )
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