(CNNExpansión) Este domingo 28 de septiembre, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, llevó su propuesta de incremento al salario mínimo a la Federación de Colegios de Economistas de la República Mexicana.
El documento, que lleva por nombre Política de recuperación del salario mínimo en México y el Distrito Federal resume de forma muy interesante cómo el Salario Mínimo del país comenzó a caer poco antes de los 80, sólo para precipitarse en este época y en la década siguiente. En el contexto de esta caída hay que citar a las crisis de 1982, 1986 y 1995.
La caída se detuvo en el año 2000, según acepta el mismo estudio, que señala más bien que a partir de entonces el salario mínimo se ha mantenido estancado en términos de pesos reales. Sin embargo, ello ha agravado la diferencia que existe entre este indicado y el valor de la canasta básica diaria por hogar, para no hablar del abismo entre el salario y la llamada canasta ampliada.
No hay discusión respecto de las conclusiones del estudio. El salario mínimo no alcanza. Sin embargo, el propio documento muestra algunos hechos que hablan en contra de que la solución consista en incrementarlo intempestivamente. Por ejemplo, el documento describe puntualmente cómo a raíz de la crisis financiera mundial de 2008, que provocó años de problemas en Estados Unidos y Europa, los salarios en México sufrieron un deterioro, al caer el número de población ocupada que percibía de 3 a 5 salarios mínimos o de 5 en adelante, e incrementarse el de quienes perciben hasta uno o entre uno y dos salarios mínimos al mes.
El retroceso que vivió el país habla de las dificultades que han vivido las empresas en este periodo, en donde los principales mercados externos se cayeron. También describe una tendencia de mercado, en donde el gobierno tuvo una influencia, al alejarse de cualquier política contracíclica durante la mayor parte de estos años, por lo menos hasta 2012. Luego vinieron las alzas en impuestos en 2014 y el efecto depresor que necesariamente tuvieron, por temporal que sea.
Es decir, el mercado ha reaccionado a su entorno, lo cual no hubiera evitado ningún alza a los salarios mínimos. Antes bien, habría arrojado a algunas empresas más a la informalidad o el ajuste de su planta laboral.
Luego está el asunto del que hemos hablado: el salario promedio en algunas industrias ha tendido al alza por motivos de productividad y de demanda. Por ejemplo, el estudio Explosión de la industria automotriz en México: de sus encadenamientos actuales a su potencial transformador, publicado en julio pasado, señala que en México se pagan los menores salarios para la industria automotriz entre los países de la OCDE. En el documento se habla de cómo el país ha querido posicionarse como la “China de Occidente”, y describe cómo está dejando mayor valor a las empresas del ramo que otros países.
Absolutamente de acuerdo. Sin embargo, el documento señalado, de un prestigiado economista, también dice que el salario promedio en esta industria va de 374.40 a 405.6 pesos al día. Es decir, muy por encima de los 171 pesos diarios que propone el documento de Mancera. El primer empujón de la propuesta, que dejaría el salario en 89 pesos, también queda abajo del precario salario promedio de 116 pesos de las maquiladoras de la industria electrónica. Y sin embargo, estamos hablando de 23% de aumento, de un tirón.
Es decir, las industrias más eficientes han incorporado automáticamente un aumento en sus salarios promedio, por motivos de mercado. Es posible que un incremento extra en los salarios mínimos mejore los promedios en todas las industrias, pero también impulsaría la inflación y podría empujar a las empresas a racionalizar sus contrataciones en el futuro.
La discusión sobre los salarios mínimos es viable incluso para analistas de instituciones financieras, quienes no han negado la posibilidad de incrementos en este indicador luego de que una ley los desenganche de una larga lista de multas y otras tarifas del gobierno a todos los niveles. Por cierto, la costumbre de ligar estos precios al salario mínimo surgió de los peores tiempos de la inflación, cuando las multas quedaban empequeñecidas por el ritmo de incremento en precios y salarios, en los 80.
La cuestión es que se diseñe una ruta inteligente y, como diría Mancera, visionaria para hacerlo, de forma que no se impacte demasiado a la inflación, ni se inhiba la creación de empleos formales.
Como hemos dicho, un alza intempestiva tendería a afectar primero a las empresas pequeñas, que apenas se incorporan a la formalidad (como parece que muestran otras estadísticas) en 2014, y que no dudarían en disminuir su planta laboral si la carga es demasiado onerosa, o bien, regresarían a las sombras, que es donde está la mayor parte de la economía nacional, y donde no importan los salarios mínimos. Ahí es donde la única propuesta que está sobre la mesa, no parece ofrecer muy buenas expectativas.
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