Quizá por nuestra amplia relación comercial con Estados Unidos o por un pasado ominoso en donde las devaluaciones de la moneda eran súbitas y catastróficas, a los mexicanos nos pesa la cotización peso-dólar. No importa que nos digan que la inflación está baja: ese departamento, máquina, coche o posgrado en el extranjero, se ven más lejos cuando el dólar vale $18.50 y no $13 o $14. Al final, es un trauma de clases medias y altas, que tienen aspiraciones de un patrimonio comparable con el del mundo avanzado.
¿Puede el gobierno controlar el tipo de cambio? La experiencia nos diría que no. En los años noventa, los ingleses y los mexicanos tuvimos algo en común: choques especulativos contra nuestras monedas que resultaron en depreciaciones, precisamente por esa ilusión de que el tipo de cambio puede controlarse.
Cuando la autoridad monetaria quiere mantener un tipo de cambio fijo, manda al mercado una señal muy simple: para un tamaño dado de reservas hoy, el país puede aguantar cierto tiempo antes de que éstas se agoten y haya que devaluar. Por ello, los países sensatos han abandonado las políticas de tipo de cambio fijo.
El banco central actúa como un especulador, con la ventaja de tener el monopolio de la producción de la moneda de su país. Esto implica cambiar el objetivo de tipo de cambio por uno de acumulación de reservas.
Al final, el tipo de cambio toma el nivel que tiene que tomar para reflejar la productividad relativa de la economía nacional comparada con la de los Estados Unidos, y las reservas actúan como una póliza de seguro para toda la economía.
La continuada reducción en las tasas de interés en México es explicable por el envidiable volumen de reservas acumulado, que garantiza que habrán suficientes dólares para cambiar los pesos de inversionistas extranjeros, si ellos decidieran llevarse sus activos.
Mi dolor con el gobierno y la autoridad monetaria no tiene que ver con el nivel del tipo de cambio. Tiene que ver con la escasa libertad que tenemos los mexicanos para adquirir activos denominados en dólares y para hacer transacciones en esa moneda. Las empresas pueden tener cuentas en dólares en instituciones bancarias mexicanas, pero las personas físicas no.
Por su parte, el Instituto Fraser de Canadá construye un índice de libertad económica (www.freetheworld.com). Uno de los componentes del índice es el acceso a dinero que preserve el valor (sound money). La calificación de México en este indicador es 8.09/10, comparable con países como la República Democrática del Congo, Yemen y Madagascar.
Uruguay, Chile, Panamá, Paraguay y Perú tienen calificaciones de 8.95, 9.02, 9.03, 9.24 y 9.29, respectivamente. Estados Unidos tiene una calificación de 9.42, lo cual implica que los hermanos latinoamericanos son más libres que nosotros, al menos en este aspecto.
¿Qué debe hacer el gobierno?, ¿pedirle a la conductora de un programa de espectáculos su opinión?, ¿convencer al público que esto no debería preocuparnos? Quizás, ¿otorgarle libertades financieras al pueblo mexicano que hoy son solamente para el Estado, libertades comunes en países más pequeños?
Ya ni llorar es bueno. La recomendación: importar menos insumos y productos, exportar más producto cotizado en dólares, no tomar deuda en dólares, no mantener activos denominados en pesos y ahorrar más para comprar activos indispensables.
Fuente:www.entrepreneur.com / Por: Manuel Molano | Economista por el ITAM y maestro por el Imperial College of London. director general adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)
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