Toma de decisiones -Los cambios que exige el mundo, no se limitan al aspecto económico; la conciencia ética, la adaptabilidad y el liderazgo pueden marcar el rumbo que los individuos elijan para un escenario futuro mejor.
En un mundo sobresaturado de información, cada vez resulta más complicado saber qué elementos pueden marcar un parteaguas en la forma en que los individuos tomen decisiones, ya sea como ejecutivos, empresarios, jefes de familia, catedráticos o cabezas de centros de educación superior públicas o privadas. El ser humano se mueve en un universo que está cada vez más confuso y más complejo, sobre todo porque está interconectado, situación que lo hace más inestable.
Además existe un cambio de época que exige que se adopte una sólida orientación hacia el saber, la experimentación y los descubrimientos que se necesitarán para reconocer la incertidumbre y aprovechar la ambigüedad. El mundo de hoy requiere que se conviertan en virtudes la diversidad y multiplicidad y a pesar de que las diferencias causen temor, es una exigencia arreglar los desacuerdos, hacer conexiones y encontrar alineaciones y puntos comunes,
No obstante, el inicio de otra década exigirá un cambio radical, en el que los tres actores clave que darán forma y al mismo tiempo serán moldeados por los cambios venideros son las empresas, los líderes de todos los sectores y los ciudadanos del mundo. Los líderes deben ser pragmáticos, equilibrados y concentrarse en la manera de promover y facilitar cambios significativos
La estrategia segura
La actividad comercial basada en los mercados tiene ahora tales dimensiones y alcances que se ha vuelto parte fundamental de la vida en el planeta. La presión de la competencia ha tendido a llevar a las empresas en la dirección opuesta. Asumen responsabilidad por el valor de sus acciones bursátiles –práctica reforzada por los incentivos en acciones para ejecutivos– más que por las expectativas de los interesados.
También han adoptado una perspectiva global que con frecuencia sirve para trastornar, o por lo menos debilitar, cualquier sentido de contacto y pertenencia a sus comunidades de origen. Han reducido costos agresivamente sin tener en cuenta las consecuencias humanas y obedecen restricciones medioambientales y otras regulaciones, pero rara vez han ido más allá para reducir los efectos negativos de su actividad.
Sin embargo, muchas empresas están empezando a concluir que el carácter y la honradez son parte de sus activos más importantes, lo que las lleva a reconocer el imperativo de conocer bien el mercado (hacer la cosa rentable) y al mismo tiempo de alcanzar una mayor sabiduría moral (hacer lo correcto).
Con mayor frecuencia la estrategia más segura será buscar un comportamiento impecable que con el tiempo quede asociado a la marca, lo cual significa que los líderes empresariales tendrán que infundir en todos los niveles de sus empresas una profunda conciencia ética, no sólo como una adición a una estrategia de negocios, sino como un principio organizativo esencial. Hay una aceptación contundente a la competitividad y por lo mismo la adaptabilidad es un factor clave y urgente que habrá de adoptarse en la toma de decisiones.
Una visión integral
El liderazgo, en un mundo cada vez más incierto, tendrá que desarrollar una visión integral y sistémica del mundo con el fin de percibir patrones nuevos y cambiantes a medida que aparezcan. Asimismo deberá tener la capacidad de concentrarse con rapidez en temas específicos y anomalías. El liderazgo también requerirá seguidores, la capacidad de mantenerse bien informados sobre el contexto externo, tanto en un sentido general (para el contexto) como especializado (para la esencia).
Sin negar jamás que, incluso al desarrollar y enriquecer los conocimientos, continúa el estado de incertidumbre. En su relación con los demás los líderes tendrán que aprender a caminar en una cuerda floja. Es una exigencia que sean pragmáticos, equilibrados y concentrarse en la manera de promover y facilitar cambios significativos. Además de retener y comunicar un nivel de entusiasmo y convicción menos dependiente de la razón y la estrategia, que de la creencia, los valores y la energía personal.
El liderazgo requiere servidores enérgicos, líderes resueltos, imperturbables, dispuestos a defender a toda costa sus principios y convicciones. También necesita una nueva relación con el propio ser, caracterizada por una profunda disposición a estar a la altura de los desafíos del tiempo, a perseverar frente a la inevitable adversidad, una profunda humildad y capacidad de reconocer la confusión, pedir ayuda y pasarles el bastón de mando a otros.
Los líderes tendrán que asumir una responsabilidad versátil, deberán tener la capacidad de ser responsables, efectivos y actuar con manos de seda, sin dejarse afectar por las tensiones. Como decía Rudyard Kipling, “tendrán la capacidad de vérselas con el triunfo y el desastre y tratarlos a ambos de la misma manera”. En la próxima década será importante el liderazgo, pero estará más repartido que en cualquier otra época de la historia.
Será fluido y con frecuencia más temporal a medida que grupos de ciudadanos globales comprometidos ejerzan mayor poder e influencia en la determinación del futuro. Así como la mano invisible de la naturaleza humana ha formado y organizado los mercados globales de bienes y servicios, esta misma fuerza puede ahora expresarse en un mercado compartido de ideas, valores, creencias, posibilidades y acciones.
Seis “P´s” serán las que importen: personas, potencial, poder, pasión, participación en miles de formas y el propósito. Será común el inminente empoderamiento de masas enteras que a veces estarán muy unidas y con frecuencia muy divididas. Dichas masas constituirán un nuevo actor poderoso e impredecible en los asuntos globales.
Lo que se manifestará será el logro de una auténtica divergencia de pensamiento que requerirá una intención activa y cambios en el comportamiento. Lo anterior se desprende de la interesante y aguda lectura La década decisiva de Eamonn Kelly. Por último, hay dos cosas importantes por realizar:
1) Ejercer la voluntad de creer en la magnitud de los problemas mientras haya evidencia.
2) Hacer que a la nueva realidad global corresponda una nueva empatía global, basada en el reconocimiento de que nunca se ha sido más interdependientes y de que los intereses jamás han sido más inseparables.
Por: Bertha Eugenia Sotres ( )
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