En mi labor como consultor es común que los altos directivos me pidan que trabaje con el personal de la organización en busca de cualquiera que sea el cambio que están buscando. La instrucción es algo así: “Hay que trabajar con la gente. Necesitamos que estén más comprometidos, que se pongan la camiseta y que sean más responsables. Si logramos esto, entonces las cosas funcionarán”.
Actualmente estoy con un cliente que se empeña en pensar que el cambio requerido es de los empleados, y nada más, por lo que el alcance de mi trabajo consiste en trabajar con ellos y no con los líderes. Cualquiera que sabe de Desarrollo Organizacional sabe que eso no funciona. Afortunadamente, he logrado poco a poco convencer a los líderes de que el cambio inicia con ellos.
Existe una regla indiscutible en la vida y en los negocios que en ocasiones perdemos de vista: en cualquier proceso de cambio, los líderes debemos ir primero. Sin ello, ningún esfuerzo de cambio funcionará, puesto que somos nosotros, los líderes, quienes marcamos la pauta de lo que es aceptable e inaceptable en nuestro grupo u organización. A su vez, todos los demás nos observan y toman nota de dicha pauta como el camino a seguir. Esto se debe principalmente a que las personas desean verse bien ante los ojos del jefe para de esa manera ser más aceptadas y tener mayores probabilidades de ascender en la organización.
Así las cosas, los trabajadores y empleados imitan al líder, por lo que si un líder llega tarde constantemente, los trabajadores harán lo mismo; si el líder suele excusarse cuando no cumple su palabra o un compromiso o acuerdo establecido, la gente adoptará la misma actitud; y si el líder es conflictivo y antagónico con el jefe o el personal de otro departamento, los trabajadores copiarán esta forma de ser.
Lejos están los tiempos en los que el jefe podía actuar de una manera y pretendía que sus empleados lo hicieran de otra. Lejos también está la efectividad del jefe únicamente autocrático, quien podía gritar órdenes para lograr lo que quisiera. Actualmente, los trabajadores y empleados exigen que el líder ponga el ejemplo, dirija al equipo hacia el éxito, y que sea tanto firme (autocrático) como humano en su trato con la gente; en esencia, que ejerza todos las facetas o lados del liderazgo, incluido el lado b.
A continuación, enlistamos cinco de las características del lado b del liderazgo
1. Inspiración
Dirigir un equipo de trabajo, departamento u organización y hacer negocios en el contexto mundial actual es complejo, sumamente complejo. Además, y por si esto no fuese suficiente, cualquier solución que se genera hoy día rápidamente se vuelve obsoleta debido a la vertiginosa velocidad del cambio. Para hacer frente a este grandísimo reto, un líder debe tener la capacidad de inspirarse e inspirar a su gente a hacer frente a dichas situaciones y ser cada vez más eficientes, efectivos, productivos y creativos.
2. Autenticidad
Quizá la característica más apreciada y menos practicada en las relaciones humanas es la autenticidad: la capacidad de ser total, abierta y efectivamente uno mismo. Cuando hablamos de liderazgo esto es aún más importante, puesto que la gente volteará a ver al líder y se preguntará si puede o no confiar en esta persona. Aunque obviamente la honestidad e integridad del líder, esta determina en gran parte qué tan confiable es dicha persona, la manera en la que el líder se presenta ante otros, con máscaras e intereses escondidos o sin ellos, establecerá también si las personas confían en él o ella y eligen seguirlo(a) o no
3. Humanidad
El lado b del liderazgo exige que el líder sea, ante todo, un gran ser humano. Durante mucho tiempo y en algunos círculos sociales y de negocios hemos vivido con el mito de que es necesario ser únicamente fríos, calculadores y hacer a un lado nuestras emociones. Un líder efectivo tiene la capacidad de ser frío y calculador e inmensamente humano a la vez, adoptando un enfoque lógico ante lo tangible (metas y cifras) y un enfoque emotivo hacia lo intangible (personas, relaciones humanas, clima laboral).
4. Fortaleza
A su vez, el líder efectivo actual tiene una gran fortaleza interna, lo cual no debe ser confundido con dureza. Fortaleza, en el lado b del liderazgo, se relaciona con el tipo de liderazgo al que aludía Jim Collins cuando hablaba de la capacidad del líder de mantener siempre la esperanza en un mejor futuro, siempre presente a la realidad actual, sin importar lo dura que sea.
5. Vulnerabilidad
Fortaleza es también la capacidad de mostrarse vulnerable ante otros y de admitir emociones difíciles pero reales para todo ser humano como lo son el miedo, la tristeza, el enojo y la inseguridad. El líder actual es capaz de mostrarse vulnerable (no débil) ante otros, lo cual da espacio a los demás a hacer lo mismo y aumenta el respeto hacia el líder y la voluntad de seguirlo.
En última instancia, el lado b implica un liderazgo basado en valores y no solo en resultados. Valores como respeto, confianza, tolerancia y transparencia son aspectos básicos, pero poco comunes que hacen que un líder sea diferente. El gran líder de hoy es alguien que es admirado no solo por su efectividad, sino también por quién es como persona y la manera en la que trata a otros.
Si te gustó esta columna y quieres aprender más acerca de las características del lado b del liderazgo, te recomiendo observar el siguiente video de Simon Sinek:
Fuente: www.altonivel.com.mx / Por: Eduardo Lan
Publicado por: TuDecides.com.mx
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