México es un país donde predominan los salarios bajos y los empleos mal pagados. Sin embargo, siempre he pensado que esto se utiliza por muchas personas como un pretexto para tener deudas y no poder ahorrar.
No quiero que se malinterprete este comentario: sé que es difícil —mucho—, pero también es una realidad que no se puede vivir con deudas crecientes.
Muchas veces he visto cómo personas con bajos ingresos —sobre todo mujeres— tienen la conciencia o la preocupación de separar del dinero que reciben por lo menos unos cuantos pesos, para cuando se ofrezca.
A veces se habla del ahorro de una manera externa, como si fuera una obligación o algo que uno tiene que hacer, pero en realidad hoy quiero plantearlo de manera distinta.
Muchas personas tenemos un ingreso que obtenemos de diferente manera: de un empleo formal, de hacer proyectos, de sacar comisiones por ventas. Es así que más de la tercera parte de los mexicanos, incluso, se tienen que ganar la vida en la calle o en el comercio informal.
¿Qué parte de ese ingreso realmente es para tí?
Es decir: se queda contigo —para tu propio crecimiento personal o familiar. ¿Te lo has puesto a pensar? Como ya mencionamos, muchas personas no sólo gastan todo lo que reciben sino incluso más.
Van generando una deuda, que va creciendo. Todos sabemos que esto a la larga no podrá terminar bien, porque uno no puede seguirse endeudando eternamente. El destino siempre nos alcanza y cuando nos llega ese “golpe de realidad” puede ser demasiado fuerte.
Pero hay quienes son más conscientes y logran separar una parte para cuando se ofrezca. Para el futuro o para cuando suceda algún imprevisto. Esto es ahorrar. La gente lo hace porque se da cuenta de que en el futuro podría necesitar de ese dinero. Es actuar de manera consciente, a pesar de las limitaciones económicas que todos podamos tener.
Cuando hice este ejercicio por primera vez, me di cuenta de que realmente todo lo que ganaba se me iba y no me quedaba con nada.
De alguna manera pensé: en realidad no gano nada, porque todo se me va en diferentes cosas: en la renta, en colegiatura, en comida y en alguna salida ocasional al cine.
Me di cuenta que tenía que buscar la manera de quedarme con algo —un porcentaje de lo que ganaba, para comenzar a crear un patrimonio para mí y para mi familia. Éste es —para la gran mayoría de las personas— la única manera de hacerlo. Con esfuerzo y sacrificio.
Cambié mi concepción del ahorro, dejé de verlo como una obligación y comencé a verlo como una necesidad, como algo que yo quería hacer en mi vida.
Así empecé a pagarme primero a mí mismo, es decir, a separar una parte de mi ingreso desde el momento en que lo recibía. Para no tener tentaciones y no gastarlo en otras cosas.
Gracias a ello, pude finalmente comprar mi casa, después de pagar 11 años renta. Pude también ir adelantando pagos a mi hipoteca, para reducir el plazo de manera significativa y de esta forma terminar de pagarla antes de tiempo.
¿Te has preguntado cuánto del ingreso que recibes realmente se queda para ti y para cumplir con tus metas de vida?
Fuente: www.elempresario.mx / créditos: Joan Lanzagorta Twitter: @planea_finanzas
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