Las historias de éxito que conocemos están llenas de anécdotas sobre personas y empresas que han logrado prevalecer a través y a pesar de todo, aún cuando muchas personas no creían en ellas.
El reciente -y excelente- libro That Will Never Work de Marc Randolphi, co-fundador de Netflix, lleva en su título una frase conocida por todos los emprendedores del planeta.
Las frases motivadoras, las conocemos: ¡nunca pares, nunca te rindas, nunca renuncies, nunca te detengas! Algunas veces, incluso, llegan a afirmar que el hecho de que las personas no crean en tu producto es una “señal” de que el producto es bueno y va a triunfar.
Vamos a hacer una pausa porque, aunque es cierto que para triunfar hay que perseverar y levantarse muchas veces, también es cierto que los grandes emprendedores, los de mayor éxito, son expertos en persistir… pero son aún más expertos en renunciar.
¿Me estás diciendo que renunciar es bueno?
Sí. Es exactamente lo que te estoy diciendo. Hay cientos y miles de malas ideas, empresas que no despegan, empleos sin futuro, hábitos negativos y sueños imposibles a los que tienes que renunciar. Y cuanto antes lo puedas hacer, mejor.
En su libro The Dip, el gurú del marketing y los negocios Seth Godin describe la realidad de millones de personas, que creen que perseverar significa, sencillamente “aguantar”, dejar que pase el tiempo, aferrarse a algo que no es real, abrazar un trabajo que los hace miserables, porque creen que al final de ese arcoíris encontrarán riqueza. Pero no es así. Nunca es así.
Nuestra sociedad aplaude a los que perseveran y maltrata a los que renuncian. Pero escucha: renunciar es bueno cuando lo haces por las razones correctas. Perseverar es malo si lo haces por las razones incorrectas.
La mayoría de las personas persevera o aguanta, no por un sentido de valentía o propósito, sino por una de dos razones: miedo al “que dirán” o sesgo de confirmación.
¿Qué es el sesgo de confirmación?
El sesgo de confirmación es un efecto sicológico o sesgo cognitivo sumamente común. A todos nos ha pasado: es la tendencia a buscar, favorecer y recordar solamente aquello que confirma nuestras propias creencias, ignorando todas las posibles alternativas.
¿Has oído hablar de los terraplanistas? Son personas que en nuestro propio tiempo creen que la tierra es plana. Ellos están seguros de que están en lo cierto, aún cuando toda la evidencia histórica y científica seria dice lo contrario. No importa cuántos argumentos les den o fotografías les muestren: ellos han tomado una decisión y abrazado una creencia, y se han vuelto “sordos” a cualquier cosa que los contradiga. En cambio, amplifican cualquier mínimo argumento a su favor. Su frase favorita: “¡Ajá! Lo sabía”. Pero no: no lo sabían.
A veces, a ti y a mí nos pasa lo mismo: nos aferramos a algo que todo el mundo sabe que no es real. Quizás una idea de negocio: los números no cuadran, los clientes no llegan, nadie quiere invertir y todo el mundo dice que es una mala idea. Pero entonces, toma poder en nosotros el sesgo de confirmación. No importa lo que todos digan, lo que la realidad o la contabilidad nos muestren: ¡vamos a salir adelante! Y entonces nos aferramos a lo que sea, a una intuición, a una opinión en internet, a un único cliente: a lo que sea.
El sesgo de confirmación sucede, sobre todo -explica Carol Travis en su libro Mistakes were Made- porque nuestro ego se protege a sí mismo. Nos gusta y tranquiliza pensar que somos, en general, personas inteligentes y listas, que no nos dejamos engañar por cualquier cosa. Por ello, aunque estemos equivocados, nuestro cerebro se engaña a sí mismo, y nos dice: “Si has llegado a esta conclusión, ha de ser cierta, porque tú no eres un tonto ¿o sí? Todos se equivocan, menos tú. Tú eres listo. Y los listos no se equivocan.”
El argumento es falaz y transparente cuando se ve así, pero sucede todos los días. Nos hace decidir mal en la política, en el amor, en la vida y en los negocios. Saber que el sesgo existe te ayudará a ver la vida con otros ojos y a recordar poner en duda tus propias asunciones. Porque muchas veces, probablemente, estás equivocado. Y eso está bien.
Volvamos al tema de la renuncia. ¿Cómo vencer?
Así que tu empresa no levanta… o tu trabajo no llega a ninguna parte. Has pensado en renunciar, pero “solo los perdedores renuncian” ¿o no?
No. Los ganadores renuncian a las cosas que no tienen sentido o futuro. Renuncian a los malos hábitos, los malos negocios, las malas compañías, las malas inversiones.
El problema es que no siempre sabemos que algo es así. A veces nos aferramos y nos empeñamos en nuestro sesgo, en nuestra limitada visión… o en nuestro miedo. ¿Cómo salir de este espiral de auto confirmación?
Aquí tres ideas:
Primera: Date cuenta de que el sesgo de confirmación es real y le pasa a todo el mundo. Una vez que hemos “decidido”, dejamos de pensar y podemos equivocarnos. Rétate a ti mismo a preguntarte ¿de verdad estoy en el camino correcto? ¿No me están ganando la emoción o el miedo? ¿No soy ciego ante la realidad? ¿Me estoy metiendo en algo que no debería? O ¿Debería de renunciar ahora antes de perder más tiempo o dinero? Es decir ¿es posible que esté equivocado?
Solo el hecho de saber que esto es real es el 50% de la solución.
Segunda: Abre tu mente a los datos, los hechos y la realidad. Es verdad que todas las compañías y proyectos pasan por momentos difíciles (el Dip de Seth Godin), pero eso no significa que siempre hay una salida del otro lado. Ve los números, busca datos, confirma; observa las estadísticas, los comentarios de tus clientes. Es decir: abre los ojos, libérate de los anteojos del miedo y del sesgo y toma conscientemente la decisión de ver las cosas como son, admitiendo que puedes estar equivocado.
Si resulta que tenías razón, que hay futuro… ¡pues adelante! Pero si resulta que es momento de renunciar ¿estás dispuesto a hacerlo?
Tercera: Pregunta. Valida. Pide consejo a otras personas: a un mentor, a un amigo que sepa del asunto o a un coach con experiencia real, no solo imaginaria. Muchas veces nos construimos castillos en nuestra propia mente y los mantenemos en secreto, para que no nos lo vayan a destruir. Pero escucha: pregunta a personas de confianza. ¿Es ésta una buena idea? ¿Debo continuar por este camino? ¿Tú qué harías en mi lugar?
Después, toma la decisión que quieras. Eres libre, pero por lo menos, ya no estás ciego. Te sorprenderás de las cosas que puedes descubrir sobre ti mismo y sobre tus proyectos cuando salgas de ese caparazón y te atrevas a compartir.
Al final, te darás cuenta de que renunciar no es siempre malo. Nadie te va a juzgar. Los que te quieren, quieren que te vaya bien. Renunciar es, a veces, lo mejor que puedes hacer. Una sola vida tienes, y muchos proyectos. Elige los mejores y, ahora sí… lánzate en contra de todos y de todo. Pero con los ojos abiertos.
Fuente: entrepreneur.com / Por: Francisco García Pimentel
Publicado por: TuDecides.com.mx
Edición: Adrián Soltero
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