Si eres una mujer y tienes un gran sueño en tu corazón, pero, a la hora de llevar ese sueño a la realidad, muchas veces te retraes y te acobardas, ¡entonces descubre cómo darte el permiso de ser la gran mujer que Dios puso en ti!
Mientras más tiempo llevo enseñando a las mujeres emprendedoras a ser todo lo que Dios las ha llamado a ser, más me identifico con los problemas de raíz que les impide lograrlo.
Mi negocio online me ha permitido trabajar con mujeres emprendedoras alrededor de todo el mundo, desde Israel a Japón, China, Europa, además de todos los países de habla hispana, y me doy cuenta de que todas lidian con problemas muy parecidos.
Como yo misma he pasado por todo un profundo proceso transformador: de ser dueña de casa y mamá educadora en casa, a tener mi propia empresa exitosa online y offline, sé perfectamente lo que significa salir de tu cascarón seguro y clamar valientemente ese lugar que Dios puso en tu corazón y que, por un lado te emociona, pero, por otro lado te aterroriza.
Nosotras, las mujeres emprendedoras, somos soñadoras por esencia, porque Dios nos hizo así. Sin embargo, a la hora de llevar esos sueños a la realidad, muchas veces nos retraemos y nos acobardamos. Hasta el punto de posponerlos y simplemente seguir con la vida que ya conocemos, que no nos satisface, pero por lo menos nos funciona.
Desde mi propia experiencia, sé que la mujer emprendedora, a diferencia del hombre, tiene que darse una enorme cantidad de permiso para emprender.
El hombre es soldado y guerrero. Le dices el cómo y allá va.
La mujer es más emocional y, por su esencia maternal, naturalmente preocupada por los demás. A la hora de emprender, ella necesita saber que va a estar segura, que no va a afectar a sus seres queridos, que nadie la va a rechazar o condenar y que no perderá su esencia femenina en el proceso.
Quiere seguir siendo mamá, esposa, pareja, amiga, hermana, hija, etc. y defenderá su “nido” con uñas y dientes. Lamentablemente hasta el punto de no desarrollarse más para llegar a ser la gran mujer que Dios creó y que, paradójicamente, podría ayudar, nutrir y salvar a tantas personas más.
Déjame decirte hoy que no es necesario que sacrifiques una cosa para obtener otra. Si te atreves a emprender, solo vas a impactar a más vidas positivamente, vas a ganar más dinero para ayudar mucho más a otros y vas a poder vivir un estilo de vida que te haga sentirte como la reina que eres.
¿Qué tienes que hacer para darte ese permiso?
Tienes que agrandar tu visión sobre lo que significa ser una mujer emprendedora.
Culturalmente, el lugar que te han asignado es demasiado pequeño. A través de la historia la mujer siempre ha jugado un rol secundario y silencioso. A pesar de que eso ha cambiado mucho, aún quedan patrones mentales adquiridos de nuestras madres y abuelas que, subliminalmente, te dicen que no debes salirte de ese rol y que te va a ir mal si lo haces.
Ese nunca fue el plan de Dios para la mujer. Sus planes para ti son grandes. No te creó para apoyar silenciosamente a un mundo gobernado por hombres, sino que te dio una voz y un corazón solidario, para ser el complemento perfecto de ellos y así lograr cosas grandes en conjunto. Cosas que los hombres no pueden hacer por si solos.
Una clara señal de esto es que cada vez las empresas están aceptando más y más mujeres en sus directorios, porque saben que nosotras tenemos mucho que aportar.
Si te cabe alguna duda, lee lo que dice la Biblia sobre la mujer virtuosa en el libro de Proverbios, capítulo 31, escrito hace más de 2.500 años. Ella es madre, esposa, cuida a su equipo, trabaja arduamente por el bien de los demás, es emprendedora e invierte en bienes raíces y es grandemente bendecida.
Como ves, ella no tiene que elegir entre lo uno o lo otro, porque sabe que puede tenerlo todo, ¡porque Dios así lo ha dispuesto desde los comienzos de su Creación!
Ella es lo que Dios quiere para ti. Toma tu lugar valientemente, querida mujer emprendedora.
Fuente: www.gestiopolis.com / Autor: Bettina Langerfeldt
Publicado por: TuDecides.com.mx
Edición: Adrián Soltero
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